Stop gordofobia

RESULTA COMPLICADO HABLAR de diversidades corporales en el sistema educativo si tenemos en cuenta que cuando hablamos de atención a la diversidad se suele asociar directamente con atención a la discapacidad. Así, en los planes de atención a la diversidad y en la atención misma, el sistema educativo se centra de manera exclusiva en las diversidades funcionales que llevan asociadas desfase curricular.

PARECE CON ELLO que la diversidad es la dificultad, y de esta manera se elimina la posibilidad de que todxs seamos diversidad y formemos parte de la misma, dejando fuera las diversidades biológicas (como sexos no binarios y características físicas no hegemónicas, como cuerpos gordos, pequeños, con variados colores de piel y un larguísimo etcétera), diversidades sexuales, familiares y culturales (incluyendo en éstas el género, la cultura, la clase social y las diversidades lingüísticas). Todo ello bajo el principio incuestionable de la normalización que rige nuestro sistema educativo desde 1990 con la LOGSE, vigente en la LOCE, LOE y la LOMCE.

Este principio de normalización lo hemos asumido, casi sin cuestionar. Pocas han sido las voces que desde la educación se han levantado a cuestionar este principio: llevar una vida tan normal como sea posible. Tal vez ha llegado el momento de cuestionar el principio que parece incuestionable. Para debatir el principio de normalización, nada como acudir a la RAE y comprobar que este término se entiende como la acción de normalizar e implica que algo se estabilice en la normalidad entendiendo ésta como la condición de normal o aquello que sirve de norma o regla, que se ajusta a ciertas pautas fijadas de antemano. Es decir, el principio de normalización se asume como la posibilidad de llevar una vida normal, pero analizados los términos expuestos, cuesta pensar que el ideal de cualquier ser humano sea el de llevar una vida normal, cumpliendo unas reglas de comportamiento dictadas por una autoridad, ajustándose a unas normas fijadas de antemano.

Son muchas las cuestiones que te planteas al respecto. ¿Quién establece esas normas? ¿Han sido consensuadas por todxs o más bien asumidas? ¿Puede partir la inclusión de la normalización? ¿Resulta lícito pensar que una escuela sin exclusiones parta de unas normas establecidas por un ente externo a lxs propixs participantes? ¿Quién establece los canales de normalización? ¿Es compatible el principio de normalización con la diversidad entendida en toda su amplitud? ¿Realmente queremos amparar un sistema educativo basado en unas normas políticas que constriñen la diversidad a un cubo de normas del que no se puede salir?

Las respuestas a todas estas preguntas parecen indicar que no nos encontramos ante una escuela inclusiva. De entre todos los factores de diversidad que la normalidad excluye, quizá uno de los factores más importantes, más invisible y menos trabajados es el de la gordofobia. Se entiende como el rechazo irracional a los cuerpos no delgados. Se trata de un tipo de violencia que se enmarca dentro del rechazo a las corporalidades no normativas.  Los estudios científicos sobre este tema son apenas inexistentes y, sin embargo, el insulto de “gordx” es el primer insulto que aparece entre el alumnado ya en la etapa de Educación Infantil. Los insultos gordófobos como “me cae gordo” o las expresiones gordófobas como “la belleza está en el interior” están tan normalizadas en nuestro lenguaje que muchas de las personas que están leyendo este artículo no verán en las mismas ningún tipo de violencia.

Invitamos a lxs profesionales de la educación a entender la gordofobia dentro de las diversidades invisibles y de las violencias normalizadas en este sistema educativo que presume de inclusivo, pero que en pleno siglo XXI no termina de dejar de ser sexista, machista, clasista, racista, homófobo, capacitista e instrumentalista. Es necesario empezar a hablar de ello, gordófobo.

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Melani Penna Tosso

Profesora de la Facultad de Educación de la UCM y Orientadora en el EOEP de Moratalaz-Villa de Vallecas