Valores educativos del sistema educativo finlandés

GRACIAS A LOS PROGRAMAS UNIVERSITARIOS ERASMUS y a la organizada compañía de un colega de profesión, tuve la oportunidad de conocer el sistema educativo finlandés. El denominador común que extraje después de visitar varios colegios y universidades es el referido a la autonomía; en concreto, a la asunción de responsabilidades.

Si un soplo de

Si un soplo de viento nevado finés entrara por la ventana escolar, cuajaría en torno a cuatro pilares pedagógicos que reflejarían los valores educativos de este país, considerado el referente europeo.

Espacios confortables, relajados y organizados que te hacen sentir en un entorno agradable.

Autonomía, tanto en la organización y gestión del centro, como en las finalidades educativas dirigidas al alumnado.

Currículo oficial cuyas directrices son aplicadas con eficacia y orgullo por parte de los profesionales de la educación.

Metodologías de aula basadas en la cultura de pensamiento y del movimiento.

La nieve cuaja y los pilares educativos se consolidan en un país cuya densidad de población es la menor de toda Europa. Pero un día sale el sol y esa estructura empieza a deshacerse. Y entonces:

Los entornos confortables dejan de cubrir las necesidades emocionales de los estudiantes y el sistema no se hace cargo de ello.

La autonomía del alumnado se convierte en omnipotencia del que cree que todo lo sabe, del que le cuesta escuchar al otro y no puede observar la belleza de las flores que nacen entre los corchos de hielo.

La acción orgullosa del que obra sabiéndose el referente de Europa, puede convertirse en una masa acrítica que actúa sin cuestionarse qué hace ni para qué lo hace.

Las metodologías construidas desde las orientaciones marcadas por el currículo oficial relegan a un segundo plano las necesidades de un estudiante bien escuchado.

Inevitablemente, esta reflexión dicotómica nos lleva a pensar en la idea del cambio educativo en nuestro país y, en consecuencia, en el sistema de valores. Estoy hablando de aspectos ubicados en la punta del iceberg que podrían reconsiderarse: repensar el uso y significado de los espacios escolares, utilizar metodologías generadoras de pensamiento autónomo en los escolares (incluyendo el cuerpo y el movimiento como parte consustancial en el acto de aprender), planificar en torno a los procesos meta cognitivos e interactivos del estudiante, organizando los propios estudiantes actividades intra e inter clases, y siendo la supervisión la función principal del profesorado. Además de otros temas, ubicados esta vez en las raíces de esa misma imagen del iceberg, como por ejemplo: repensar el proceso de selección del profesorado; la creación de vínculos fuertes que unan el contexto social, familiar y escolar, consolidando comunidades de práctica donde el respeto y el diálogo sean los cimientos de la misma; y el apoyo a la creación de redes profesionales que participen en los procesos activos de la construcción del currículo oficial del país.

Concluyo, por tanto, que exponerme a la visión de las luces y las sombras del sistema educativo finlandés me ha ayudado a reafirmar una creencia también polarizada; por un lado, a reconocer la importancia de los valores sociales y comunitarios aún existentes en nuestro país y en nuestra escuela, y, por otro, a ser consciente de la necesidad de que políticos y profesionales de la educación promovamos la responsabilidad personal y social, tanto en nosotros mismos como en nuestros estudiantes.

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Henar Rodríguez Navarro

Profesora titular de la Facultad de Educación y Trabajo Social. Universidad de Valladolid