Hace calor

ANTE LA REPENTINA Y PREMATURA OLA DE CALOR sufrida por nuestro país a mediados de junio y ante la evidencia de que los efectos del cambio climático empiezan a ser cada vez más patentes en nuestro país, desde la Secretaría de Salud laboral de la FECCOO queremos analizar esta cuestión para iniciar un debate que suponga un cambio en las infraestructuras de los centros docentes de nuestro país, de forma que se establezca un calendario escolar acorde a nuestro clima presente y futuro.

Se trata de una cuestión fundamental de salud laboral, además de afectar a la salud de los escolares (que por edad son uno de los colectivos más sensibles y expuestos a los efectos del estrés térmico). Y hablamos de futuro porque el cambio climático supone un aumento constante de la temperatura media de nuestro planeta, debido a los gases de efecto invernadero generados por el ser humano con la quema de combustibles fósiles. No vamos a entrar en los aspectos científicos sobre este asunto, pero sí queremos dejar claro que el debate ya no es si existe o no el cambio climático, sino hasta dónde va a llegar y cómo nos va a afectar.

Dicho esto, debemos constatar la escasa sensibilidad social que existe, tanto de las administraciones educativas como de la clase política en general, hacia la inadecuación de los centros docentes para el desarrollo de su actividad con arreglo a la normativa básica vigente. No se entienden los comentarios del consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid al pedir que para combatir el calor en las aulas los estudiantes fabricasen abanicos de papel, y mucho menos aún que su presidenta no le reprobase su actitud, mucho menos admisible viniendo de alguien que se supone que es médico.

Estrés térmico

Lo primero que debemos aclarar es que el estrés térmico es un estado de malestar producido por una acumulación excesiva de calor por encima de los 37º, que es la temperatura constante que ha de tener nuestro organismo. Para regular la temperatura, nuestro cuerpo utiliza mecanismos de termorregulación que equilibran las pérdidas y ganancias de calor producidas por los cambios de temperatura ambiental y por la actividad que realizamos, como el aumento de la circulación periférica de la sangre, del ritmo cardíaco y de la sudoración.

Todos los centros educativos tienen calefacción para afrontar los meses fríos y sin embargo no están preparados para afrontar el calor

Esto afecta especialmente a profesiones que se desarrollan al aire libre y que exigen esfuerzo físico, pero también a los centros escolares por no estar adaptados para combatir las altas temperaturas. Por todo esto se hace necesario abordar este asunto, en cuanto a la salud laboral por dos vías: la primera y más urgente es resolver los problemas concretos como los del pasado mes de junio. En situaciones excepcionales como la ocurrida entonces, es preciso tomar medidas igualmente excepcionales. Se debe permitir a los centros, en base a su autonomía organizativa y en función de sus características específicas (ubicación geográfica, orientación, tipología constructiva, etc.) y etapas (Infantil, Primaria, Secundaria), adoptar medidas tendentes a paliar los efectos de las futuras olas de calor, garantizando por encima de todo la salud y el bienestar del profesorado y del alumnado. Es importante trasladar este mensaje a las familias por parte de las administraciones educativas; que además deben ser informadas de los riesgos que corren sus hijos en situaciones de este tipo en centros escolares que si bien es cierto que con mejores o peores dotaciones están adaptados para combatir el frío, no lo están para el calor. Este tipo de medidas pueden pasar por suspender las clases de manera generalizada o adaptarlas al entorno de cada centro en cuestión.

También hemos visto que es necesario recordar a las diferentes administraciones que el Real Decreto 486/1997, de 14 de abril por el que se establecen las disposiciones mínimas de seguridad y salud en los lugares de trabajo, y que es de aplicación y de obligado cumplimiento en todos los centros de trabajo sin excepción, dice en su ANEXO III que la temperatura de los locales donde se realicen trabajos sedentarios propios de oficinas o similares (sería el caso de los centros educativos) estará comprendida entre 17 y 27 º C; estando entre 14 y 25ºC en el caso de actividades ligeras (como podría ser Educación Física). Teniendo en cuenta que en cientos de centros educativos este pasado junio se superaron los 30 y hasta 35 grados, se hace urgente una respuesta rápida, ágil y clara de todas las administraciones educativas. Con las salvedades oportunas que pueden ver con la asistencia a exámenes que pueden concentrarse a primeras horas del día, u otras que no supongan un riesgo evidente.

El estrés térmico es un estado de malestar producido por una acumulación excesiva de calor por encima de los 37º

Cambio climático

Por otra parte, este asunto tiene otra dimensión más a largo plazo y que tiene que ver con la realidad incuestionable del cambio climático y, por lo tanto, con el hecho de que este caso puntual que se ha producido de manera excepcional en estas fechas de finales de curso será una tendencia cada vez más real y persistente en los próximos años. Llevamos dos años con primaveras que están registrando los valores térmicos más elevados desde que existen registros y esta en concreto ha sido la más cálida de la historia. Los modelos indican que el verano térmico será más largo, se adelantará y se retrasará, las temperaturas medias serán mayores y los episodios de olas de calor serán más frecuentes, más prolongados y más tempraneros y tardíos. Esto ha sucedido este año. Por lo tanto urge abordar un plan nacional para adaptar los centros escolares a estas nuevas realidades. No tiene ningún sentido que todos los edificios de oficinas, los centros comerciales, el resto de edificios oficiales (ministerios, consejerías, ayuntamientos, etc.) cuenten con aparatos de aire acondicionado y los lugares en los que estudian los niños y las niñas (que junto con las personas ancianas son el grupo de población más propenso a sufrir golpes de calor) no dispongan de ellos. Todos los centros educativos tienen calefacción para afrontar los meses fríos (que cada vez se reducen más) y sin embargo no están preparados para afrontar el calor (que cada vez incrementa más su incidencia). Hay que recordar, además, que históricamente en nuestro país el calendario escolar se ha fijado dejando dos meses (julio y agosto) sin jornadas lectivas entre otras cosas por nuestras especiales características climáticas.

Plan global

Por eso, se hace necesario abordar el tema del aire acondicionado. No se trataría necesariamente de poner aparatos en todos los centros sin más, sino de diseñar un plan global que conlleve el estudio y análisis de la realidad bioclimática y de confort de todos los centros, uno a uno, para determinar sus características en base a su ubicación geográfica, orientación, grado de exposición al sol, tipología constructiva, materiales de construcción empleados, calidad del aislamiento, etc., de forma que se determinen sus necesidades específicas (mejor ventilación, mejores cerramientos, mejor aislamiento de paredes, mejor cubrición, necesidad de aparatos de aire acondicionado, etc.) y se acometa un programa de adecuación.

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Rafael Páez

Secretaría de Salud Laboral y Medio Ambiente de FECCOO