La diversidad no puede suponer desigualdad

EDUCAR EN LA DIVERSIDAD no consiste en tomar medidas específicas para el alumnado llamado problemático, socialmente desarraigado o procedente de otra cultura, sino en adoptar un modelo curricular que facilite el aprendizaje desde la propia diferencia. La diversidad debe ser entendida como un reto, una oportunidad para aprender unos de otros.

La educación inclusiva nos facilita un marco desde el cual ofrecer una oportunidad real de desarrollo y aprendizaje de calidad a cualquier persona, con independencia de su origen social, personalidad y circunstancias específicas. Por eso, el concepto de educación inclusiva amplía las perspectivas educativas, garantizando el derecho universal a una educación de calidad. Como dice Jorge Wagensberg, “un sistema educativo puede presumir de excelencia si está pensado para formar en ella a todo su alumnado, pero no si se deshace de todos aquellos que no la alcanzan por sí mismos”.

En la mitología griega, Procusto (en griego, “estirador”) tenía su casa en las colinas, donde ofrecía posada al viajero solitario. Allí lo invitaba a tumbarse en una cama de hierro donde, mientras el viajero dormía, lo amordazaba y ataba a las cuatro esquinas del lecho. Si la víctima era alta y su cuerpo era más largo que la cama, procedía a serrar las partes del cuerpo que sobresalían: los pies y las manos o la cabeza. Si, por el contrario, era de menor longitud que la cama, lo descoyuntaba a martillazos hasta estirarlo.

Escuela infalible y compacta

El sistema escolar me recuerda a la cama de Procusto, con algunas diferencias, no muchas. En la escuela, una vez te obligan a tumbarte en la cama, el modelo curricular amordaza el conocimiento y ata la curiosidad y las expectativas de vida de niños, niñas y jóvenes. Todo lo que no entra en los márgenes del sistema es un problema que, por lo general, se corta de un espadazo. Alejandro Magno resolvió el problema del nudo gordiano cortándolo. Si no, ¿cómo es posible que tengamos los índices de repetición, fracaso y abandono escolar que tenemos? En la “sociedad del riesgo”, la escuela es infalible y compacta. El sistema escolar ha resistido el empuje de las nuevas tecnologías y de las redes sociales y se sigue moviendo por la lógica del apartheid, donde un importante número de jóvenes ya parecen de antemano excluidos y excluidas. Procusto se ha convertido en un símbolo de conformismo y uniformización. Y la diversidad en desigualdad.

La Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) es un estándar arbitrario en el que los datos de la realidad se han adaptado a una hipótesis previa. Y aquí empiezan los problemas para cientos de miles de alumnos y alumnas y miles de familias. Los recortes en la financiación llevados a cabo por el Gobierno del PP, y que aún se mantienen, han tenido un impacto decididamente contrario a una educación inclusiva. La crisis económica creada por un capitalismo sin rostro ha sido pagada con un recorte sustancial de los fondos que garantizaban los derechos sociales y educativos. Han afectado a los programas más compensadores, a los que buscan mayor equidad en la atención educativa, incumpliendo el mandato constitucional sobre la finalidad del gasto público educativo y las cartas de derechos internacionales firmadas por los distintos gobiernos españoles sobre los derechos de la infancia. Los recortes llevan aparejados la insuficiencia de medidas, teniendo sobre la población escolar notables consecuencias, como CCOO ha dejado constancia en diversos informes.

La LOMCE y todos aquellos decretos que han propiciado los recortes y el encogimiento del sistema educativo, con la consecuente salida del mismo de cientos de miles de niños, niñas y jóvenes, no sólo ha frenado el proceso hacia una escuela inclusiva, sino que ha impactado directamente sobre aquella parte de la población que es más débil social y económicamente, convirtiendo la diferencia en desigualdad.

Las becas, dique de contención contra la desigualdad

La Fundación Balia ha lanzado una campaña de inicio de curso con un lema directo y contundente: “A la pobreza le encanta el fracaso escolar”. Hay familias con rentas per cápita mensuales inferiores a los 300 euros y trabajadores pobres para los que la vuelta al cole es un drama. ¿Quién asegura las condiciones que necesitan sus hijas e hijos para empezar y completar los estudios de una manera digna? Si atendemos a la cifras facilitada por la Organización de Consumidores (OCU), según las cuales las familias gastarán en este nuevo curso una media de 1.212 euros por cada hijo e hija escolarizado entre los 3 y los 17 años, y si tenemos en consideración que en España hay casi tres millones de niños y niñas en situación de pobreza y casi un millón de familias donde los distintos miembros no tienen ingresos o estos son muy bajos, concluiremos que la vuelta al cole no es igual para todos y todas. Demasiados estudiantes se quedan fuera del sistema.

Cuando la brecha de la pobreza aumenta, también lo hace la brecha educativa. Disminuye de manera alarmante la posibilidad de aprender y de desarrollar capacidades, talentos y aspiraciones, de tener un futuro mejor. Como ha señalado la organización Save the Children, “las cuentas no salen si al multiplicarse la pobreza se resta la inversión”. En resumen: hay menos gasto público; más alumnado con necesidades; más gasto de las familias en educación; menos becas y ayudas y de menor cuantía. Es una incongruencia no relacionar la situación social de España con los retos y problemas más importantes que tiene el sistema educativo. El reconocimiento de esta malsana realidad social y su impacto sobre la educación de las clases sociales más desfavorecidas sería un primer paso para hablar de pacto.

En el Programa de Becas y Ayudas 2017, todos los indicadores de becas están congelados respecto a 2016. Sin políticas socioeducativas, no avanza la escuela inclusiva.

Cuando el modelo de becas no tiene una razón social fundamentada en la contención de la desigualdad y la atención a las diferencias y la diversidad, compromete seriamente la igualdad de oportunidades. La limitación presupuestaria condiciona por completo el marcado carácter social de las becas y las ayudas en sus distintas modalidades. Estamos ante un modelo paupérrimo de becas y ayudas en el marco de una inversión pública que abandona a su suerte a amplios sectores de la población española.

Otra tendencia significativa es la ausencia de datos fiables y actualizados que permitan conocer el impacto real de las políticas de becas y ayudas, cuya evaluación debería ayudar a la hora de orientar la futura normativa. Un año más se hace complicado hacer un seguimiento de los recursos destinados.

Las becas son una pieza esencial dentro de las políticas socioeducativas, son el mejor sustento de la escuela inclusiva y una de las herramientas más importantes para atender la diversidad que habita los centros educativos. Un programa esencial para garantizar el derecho a la educación y la equidad en un escenario en el que las diferencias deben aparecer como un reto, nunca como un problema.

Saber +

  • Informe de comienzo de curso de CCOO. https://goo.gl/AdNTJQ
  • Informe Atención a la Diversidad y Calidad Educativa en la nueva Educación Secundaria. https://goo.gl/z3HwLA

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Pedro Badía

Secretario de Política Educativa, Infancia e Institucional de FECCOO