¿Educación Infantil de 0 a 6 años? ¡Sí, gracias!

CUANDO SE HABLA DE EDUCACIÓN INFANTIL se olvida que es una etapa completa, la primera de todo el sistema educativo. A veces hay que recordar que en los colegios hay aulas, maestras y patios de Infantil, porque la educación de 3 a 6 años se ha “mimetizado” tanto en la gestión y con el currículo de Primaria que no hay excesivas diferencias en el trato que se da al alumnado de esas edades.

Y si nos referimos a las escuelas infantiles (llamadas “guarderías” en multitud de ocasiones), hablamos de conciliación, de horarios ampliados, de educadoras y, a veces, de asistencialidad.

¿Por qué esta división? ¿Por qué los niños y niñas menores de 3 a 6 años han de ir al cole y no pueden acudir a la escuela infantil y viceversa?

Esta incongruencia no es casual. Es consecuencia de las diferentes políticas educativas que han ido marcando la historia de la Educación Infantil desde el franquismo hasta la actualidad. Han pasado más de 40 años de nuestra historia reciente, pero ese paso del tiempo no ha contribuido a mejorar el panorama de la Educación Infantil en todas sus facetas, por no hablar de los currículos que han ido elaborándose en las distintas comunidades autónomas, sin que el Ministerio de Educación evitara la dispersión y disparidad de criterios que se han ido consolidando con el tiempo.

Hemos avanzado, faltaría más. La Educación Infantil, considerada de forma global, no es la misma ahora que hace varios años. La evolución de la realidad social y educativa, el avance de las ciencias (neurología, psicología, pedagogía) y, en especial el tesón de tantas maestras y educadoras, con voluntad de aprender de los errores propios y ajenos, ha ido tejiendo una malla importante de prácticas y contenidos educativos. No obstante, las administraciones no han estado a la altura.

Primero, fue la ley marco (LOGSE) que prometía un futuro esperanzador. Después llegó la LOCE, con la afirmación de que el primer ciclo (0-3 años) era asistencial. Y con las transferencias educativas a las comunidades autónomas, llegó la LOE con una enorme tibieza en el tratamiento de la Educación Infantil que heló muchas esperanzas. Pero ahí no acaba la historia: la LOMCE, con toda su carga de profundidad ideológica y política, ha transformado la educación en una suerte de postmodernidad con el abaratamiento de la pública y los consiguientes recortes.

Defendemos que la Educación Infantil es la herramienta que transforma cualquier cambio educativo que se plantee por la gran potencia educativa de la primera infancia

La desconsideración hacia la Educación Infantil continúa. La LOMCE no modifica ningún artículo de la LOE en referencia a dicha etapa (excepto en el tema de las horas lectivas de las lenguas cooficiales para introducir la lengua inglesa). Profundiza en la brecha entre Educación Infantil de primera (la que se imparte en los colegios, con su carga académica y curricular) y la de segunda (escuelas infantiles para solventar el manido tema de la conciliación familiar y laboral), sin el menor atisbo de un abordaje en profundidad de lo que significa “educar” en el siglo XXI. Y sin un reconocimiento mínimo en dignidad y justicia reparadora para las maestras y educadoras que han mantenido durante estos largos años la bandera de la Educación Infantil, la que asegura una ciudadanía de primera desde el nacimiento y que sienta las bases de una educación democrática e inclusiva, es decir, para todos y todas.

Y aunque las autoridades pertinentes, tanto del Ministerio como de las consejerías de Educación, no siempre son propicias a escuchar y atender las peticiones de los movimientos educativos, nuestro grupo, el Colectivo Infancia, quiere señalar las siguientes consideraciones para que la Educación Infantil de 0 a 6 años tenga una consistencia que resista 40 años más de nuestra existencia como sociedad.

La Educación Infantil tiene como principio la consideración de que cada niño y niña, por el hecho de nacer, tiene derecho a una educación que le acoja con sus peculiaridades, sus capacidades y su pertenencia a un grupo familiar, cultural, religioso, económico o étnico. Y la etapa de 0 a 6 años reconocida por todas las leyes orgánicas como tal, es la que garantiza ese derecho, de la misma forma que la Educación Primaria es la etapa que vertebra la educación básica y universal, junto a la Educación Secundaria Obligatoria.

Por tanto, ¿cuáles han de ser los ejes para vertebrar los diversos servicios educativos infantiles?(1)

  • La Educación Infantil ejerce una función social importante, fortaleciendo los derechos humanos y las libertades fundamentales. No es una herramienta para la conciliación. Es un derecho educativo. Por ese motivo hay que desarrollar caminos para un nuevo futuro, basado en la importancia del desarrollo global de la persona, que incluye la vida emocional y la afirmación de una identidad positiva.
  • Esta formación global requiere pensar, descubrir, experimentar, manipular, jugar, escuchar, acompañar estos procesos con la mirada del adulto desde un profundo respeto al niño y a la niña y a sus ritmos de crecimiento individual. Los buenos profesionales (educadores/as y maestras/os), conocen el valor de todos estos procesos y la necesidad de aportar experiencias educativas que promuevan una transformación de la educación en general y de la Educación Infantil en particular.
  • Los servicios educativos infantiles deben establecer vínculos de unión formal e informal con la comunidad local y/o con los barrios.
  • Los padres y madres son colaboradores y partícipes de los servicios infantiles, y deben tener derecho a dar y recibir información y a expresar sus opiniones. Los procesos de toma de decisiones de los servicios deben ser participativos, implicando a las familias, a todo el personal, incluidos otros profesionales (conserjes, cocineras, direcciones, personal administrativo).

La Educación Infantil tiene como principio la consideración de que cada niño y niña, por el hecho de nacer, tiene derecho a una educación que le acoja con sus peculiaridades, sus capacidades y su pertenencia a un grupo familiar, cultural, religioso, económico o étnico

  • Los servicios infantiles de 0 a 6 años deben tener unos objetivos coherentes que incluyan una filosofía educativa explícita y definida –que debe ser elaborada por las familias, el personal de los centros y otros grupos sociales–, flexibilidad de horarios y asistencia, y deben ofertar plazas públicas suficientes para cubrir la demanda potencial estimada, especialmente en el ciclo de 0 a 3 años.
  • Todos los servicios deben reivindicar el valor de la diversidad y ofrecer a niños y adultos la posibilidad de servicios que reconozcan y apoyen la diversidad lingüística, social, religiosa, de género, funcional y que desafíe los estereotipos. Deben existir diferentes modalidades de servicios para que padres y madres puedan tener, efectivamente, la posibilidad de elección.
  • Por último, debe recogerse una normativa propia mínima y para todo el Estado, en coordinación con las CC.AA., que recoja el número de puestos escolares por aula (ratio adulto/niño), servicios psicopedagógicos para la inclusión de la diversidad funcional y otras disfuncionalidades, titulación única requerida para esta etapa y la ordenación de aspectos propios (metros cuadrados interiores y exteriores, patio y cocina propias, espacios para el descanso), así como un currículo adecuado a la primera infancia de 0 a 6 años, tal y como existe en los países de la Unión Europea, y una formación específica para las y los profesionales de los servicios educativos infantiles.

Estas reflexiones son las que queremos que se escuchen y se debatan en las diferentes redes, plataformas y agentes que participan de forma directa o indirecta en la educación de los niños y niñas de 0 a 6 años, con el objetivo de dar voz a un derecho básico como ciudadanos: tener identidad social, formar parte de una colectividad o comunidad concreta, y participar de las decisiones que afectan a la vida común. Esa es la auténtica igualdad de oportunidades desde el nacimiento.

Defendemos que la Educación Infantil es la herramienta que transforma cualquier cambio que se plantee por la gran potencia educativa de la primera infancia. Hemos de empezar a mirar a los niños y niñas de 0 a 6 años como una ciudadanía capaz de innovar, renovar y crear una cultura distinta, diferente a la de los otros niveles educativos. La Educación Infantil solo puede ser potenciada, promovida y financiada por las administraciones educativas públicas con voluntad política necesaria para dignificarla. Todo lo demás será, de nuevo, “cantos de sirena”.

(1) Llamaremos servicios infantiles a todos aquellos centros que acogen a niños y niñas de 0 a 6 años, independientemente de si son escuelas infantiles de primer ciclo o unidades de segundo ciclo en colegios de Infantil y Primaria, e incluso escuelas infantiles de etapa completa, sin tener en cuenta la titularidad del servicio (municipal, autonómica, estatal –caso de Ceuta y Melilla–).

Últimos comentarios

  • Adolfo Palacios

    La LOGSE empezó a llamar «educación infantil» a la que se da a edades que antes se llaman de «preescolar». La denominación «infantil» no es apropiada, nunca ha dejado de parecerme inapropiada, pues infantil se refiere a la infancia, y la infancia es mientras eres un niño, hasta los once, doce años… Incluso, al niño pequeño, tradicionalmente no se le consideró como un niño; no era «aún» un niño, era todavía eso, un «niño pequeño» -a pesar de que la palabra «infantil» viene de in-fans, es decir, «el que no habla».
    En la realeza se ha llamado infantes, por otro lado, a los que aún no son príncipes. Ignoro a qué edad un infante dejaba de serlo para ser príncipe.
    ¿Tiene todo esto alguna importancia? La de no contaminar el adjetivo «infantil» con adherencias que son exclusivamente profesionales, laborales, y restituir el significado de una palabra que existía con todo el derecho. ¿No se podría encontrar otra denominación para la «etapa» -si es que es una etapa- de uno a seis años, o sea, de cero a seis años como se dice últimamente?
    Por otro lado, es cierto que las experiencias y aprendizajes de los primeros años tienen su importancia, pero parece que no tanta como se le ha atribuido, y hay que seguir estudiando qué «ventanas» se abren y se cierra a cada edad temprana. Sobreestimar la trascendencia de las experiencias tempranas priva de considerar que a lo mejor siempre se está, después, a tiempo, como si los educadores posteriores no pudieran hacer nada.
    Y hay que facilitar la educación (la crianza, diríamos, más en general) institucional, pero también hay que facilitar que las familias y los barrios puedan ejercer su acción de crianza y educación sin necesidad de acudir a instituciones, donde los niños son atendidos en grupos donde sólo hay niños con uno o dos adultos -cosa poco natural-, donde no aprenden a pronunciar bien porque sólo oyen a críos -lo cual da demasiado trabajo a logopedas-, donde el ambiente corre riesgo diario de ser un tanto anónimo y numérico, y donde algunos se ven tentados de promover la institucionalización forzada de la infancia en pro de la futura igualdad social, obviando la libertad y el papel de la familia.

    • Colectivo Infancia

      Leyendo el comentario de Adolfo, y sin querer entrar en consideraciones muy técnicas, se me ocurren varias respuestas. La etapa de educación infantil (no parvulario, no pre-escolar, no kindergarten, no guardería), se denominó de esta forma para diferenciarla de la educación primaria, la básica, la obligatoria. Y lo hizo una Ley Orgánica, la LOGSE ahora derogada. Esta denominación la han mantenido las sucesivas leyes orgánicas generales del sistema educativo (LOE y LOMCE en vigor actualmente). La LOGSE diferenciaba dos ciclos dentro de la etapa de infantil: 0-3 años y 3-6 años, hasta la actualidad, siempre con la misma denominación, aunque bajo distintos paraguas de las diferentes administraciones educativas (estatal, autonómicas y municipales).
      No es un capricho: es una decisión que se tomó en su momento (1990), aprobada por el Congreso de los Diputados y firmada por el entonces Ministro de Educación, Javier Solana.
      La Infancia en sentido amplio, según la Convención de Derechos del Niño de Naciones Unidas (1989), ratificada por el gobierno de España (1990), es todo aquel «menor de dieciocho años». No se habla pues de adolescencia y/o juventud, sino de Niño. Los colectivos educativos de la educación infantil también denominamos a esta etapa de la vida como la Primera Infancia para distinguirla de una segunda o tercera infancia, términos que no están recogidos en ninguna ley, porque se habla de infancia, pubertad, adolescencia y juventud, de forma que asignamos estos términos a unos tramos de edad más o menos definidos.
      Cuando habla de «sobreestimación» de la trascendencia educativa de esta etapa, no se tiene en cuenta que existen aprendizajes que son tan invisibles que ni se notan cuando no hay problemas educativos. Cuando se construye un edificio, se valora la vistosidad de sus fachadas, la belleza, la exquisita y espléndida arquitectura, su resistencia térmica, su eficiencia energética, los materiales y su resistencia, la seguridad y prevención…. Es un conjunto de aspectos que vistos uno a uno pueden parecer más o menos importantes en relación al conjunto, pero todos ellos contribuyen a generar un espacio de convivencia laboral, de vida social y familiar.
      Exactamente igual, sucede con la educación infantil. Son los cimientos, los pilares, esos aspectos que no se notan a simple vista, invisibles, que construyen los primeros pasos en los que se aprende, se diagnóstica, se reparan carencias de muchos tipos. Y todos somos cada vez más conscientes de la importancia de lo qué sucede en esos primeros años.
      De ahí que se hable de la potencia educativa de este tramo de edad. Otro asunto no menor, son las condiciones e indicadores de calidad de los centros que acogen a niños y niñas de esas edades (los espacios, las ratios, la profesionalidad de los educadores y maestros), pero ese tema da para otro artículo.
      Y nunca se ha de olvidar el papel que la educación familiar juega en nuestra sociedad, pero ni en esta etapa ni en ninguna otra de la vida de las generaciones jóvenes. Por supuesto que hay que contar con las familias, aunque la gran diversidad y complejidad de las familias actuales, hay que saber integrar y apoyarla con medidas responsables, con respeto. Este es un reto enorme para los sistemas educativos. La educación infantil no sustituye la educación de las familias: la complementa y la apoya. Ese es el valor asignado en todas las sociedades del bienestar, al derecho que tienen los niños y niñas desde su nacimiento, a tener una familia que les acoja, les cuide y les proteja y el derecho a unos servicios educativos respetuosos y públicos, que contemplen aquellos aspectos que los países consideran que deben cubrir, para defender y proteger a los menores. Como dice el profesor Philippe Meirieu «la educación es un asunto que compete a las democracias».

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