Yo, el racismo

CLASIFICO A LA GENTE POR SU RAZA, ES DECIR, POR SU COLOR DE PIEL, su linaje étnico o su procedencia cultural. Me da igual como sean y lo que piensen. Solo acepto a las personas de mi propia raza, porque es superior a todas las demás y merece tener privilegios.

Adopto varias formas: racismo cultural (cuando desprecio tradiciones de una etnia “inferior”), institucional (cuando actúo desde el Estado, a través de la justicia, policía etc.), aversivo (cuando actúo de forma disimulada y sutil) y oculto (cuando actúo de manera indirecta, disfrazando la discriminación con actuaciones, en apariencia, positivas).

A veces actúo solo y otras, con algunas amigas como la xenofobia (rechazo a las personas extranjeras), la homofobia (rechazo a las personas homosexuales), la transfobia (rechazo a las personas trans), etc.

Me baso en prejuicios para discriminar a una persona o colectivo. Tengo una opinión previa sin contrastar con la realidad y actúo en base a ella, me da igual que no se ajuste a la realidad y que me tachen de ignorante por ello. Mi opinión es la que cuenta y no entro en razones por mucho que traten de explicarme, con argumentos, la realidad.

Desde hace años intentan eliminarme desde distintos ámbitos: comunitarios, estatales o internacionales. Así, la Organización de Naciones Unidas (ONU), ya en 1965, adoptó la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial y declaró el 21 de marzo como Día Internacional.

El primer artículo de la Convención me define como: “Toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza, color, linaje u origen nacional o étnico que tenga por objeto o resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad, de los derechos humanos y libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural o en cualquier otra esfera de la vida pública”.

Además, en muchos países estoy penalizado, con penas que van desde multas a privación de libertad. Lo mismo ocurre con la discriminación por orientación sexual, cultural u otra característica.

Si bien mis detractores van ganando algún terreno, sigo estando fuertemente arraigado en muchos colectivos. En realidad, solo hay un peligro para mí: la educación. Ella es la única que puede erradicarme del mundo. Pero, dado los vientos que corren a nivel social y político, no creo que vaya a poder conmigo en un futuro próximo.

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María Díaz

Secretaría de Políticas Sociales de FECCOO