El momento de la escuela pública

 

NO SÉ SI LAS CRISIS ENGENDRAN OPORTUNIDADES, COMO SE DICE A MENUDO, PERO SÍ QUE PARECE QUE SON TREMENDAMENTE ELOCUENTES, porque suelen dejar al descubierto aquello que no funciona, las grietas sistémicas, los problemas estructurales. Esta crisis sanitaria en la que todavía nos encontramos no ha sido excepción. Y es que nos ha puesto encima de la mesa aquello que no se quería ver, aquello que gusta de esconderse bajo las alfombras.

Una de esas realidades puestas encima de la mesa es la de la desigualdad. O las desigualdades, porque son variadas y diversas. Y como docente quiero poner el acento sobre las desigualdades que han emergido en el ámbito educativo.

La situación de pandemia y confinamiento ha resultado inédita en la educación igual que en el resto de los sectores. En el ámbito educativo se tomó la determinación de suspender la atención presencial, pero no las clases. Nos sumergimos sin tiempo de reflexión en un paradigma educativo nuevo: a partir de ese momento daríamos clases a distancia, nos relacionaríamos con nuestras alumnas y alumnos a través de videollamada, mandaríamos correos electrónicos, tareas de classroom, exploraríamos plataformas que nacían como setas y acudían al rescate de docentes y alumnado, revisaríamos programaciones para secuenciar según las nuevas circunstancias, reharíamos horarios de trabajo y corrección. Todo corriendo, deprisa, sin pausa, como si el neoliberalismo se hubiera colado en las aulas y lo único importante fuera producir y hacer producir.

Y en medio de un huracán que no sabíamos dimensionar nos empezamos a dar cuenta que esta niña, este otro niño, aquellos hermanos nunca se conectaban a las clases. Y mandaban los trabajos tarde o ni siquiera los mandaban. Y en medio del desaliento nos paramos a pensar que la madre de aquella niña estaba sola en la crianza de su hija y a veces no llegaba bien a fin de mes, como te comentó la tutora, o el padre de esos hermanos llevaba tiempo en paro.

Y es que el teletrabajo, que no era fácil para nadie, para algunas personas era más difícil, porque carecían de un ordenador o lo compartían, o solo disponían de un móvil. Y en el mundo de la tecnología descubrimos que tenemos alumnado en el centro de las ciudades con vidas analógicas por empobrecidas y que la brecha digital escondía, en muchos casos, la brecha social; escondía, en definitiva, la pobreza.

La escuela pública tiene que ser garante de igualdad y vehículo de cohesión social. Y por ello ha reaccionado. Se han habilitado métodos alternativos al teletrabajo, se han prestado equipos informáticos, se ha colaborado con ayuntamientos y otras instituciones para hacer llegar material a las familias carentes de los recursos necesarios, hemos adaptado el trabajo a las condiciones de este alumnado. Todo con responsabilidad y con la preocupación de que en nuestras clases nadie quedara atrás. Todo sobre las espaldas del cuerpo docente, a menudo maltratado por recortes, sobrecarga de burocracia, exceso de horario lectivo y ratios por encima de lo deseable para poder dar esa atención pública y de calidad que deseamos.

Hemos hecho lo que hemos podido, que es lo que se hace en medio de una crisis. Pero lo que hemos podido no han sido otra cosa que parches temporales que han permitido salvar unas mínimas condiciones para finalizar el curso de la mejor manera posible; pero queda la más urgente de las asignaturas pendientes: desarrollar un sistema realmente cohesivo en el que la renta familiar no dificulte la consecución de objetivos educativos, sociales y emocionales del alumnado; y una mejora del sistema que pase por dotar a los centros públicos y a sus docentes de las condiciones materiales y laborales óptimas para el ejercicio de la docencia en el que debería ser el templo del conocimiento: la escuela pública. Esto pasa ineludiblemente por el abandono de los recortes o la estabilización de los que se hicieron en el pasado, la apuesta por la inversión educativa, la disminución de ratios y el diálogo abierto con la comunidad educativa. Es el momento.

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Esmeralda Gómez

Responsable de la Secretaría de Igualdad de la Federación de Enseñanza. CCOO Aragón