Una de tantas luchadoras, ¿te ves reflejada?

 

ME LLAMO ANA Mª MADRID. ESTE DATO NO DICE MUCHO SOBRE MÍ, SOLO QUE SOY UNA MUJER. Pero añado que soy una de tantas mujeres trabajadoras y con discapacidad reconocida de un 68% y me dedico a la atención del alumnado con necesidades educativas especiales como PTIS (Personal Técnico en Integración Social), subcontratada por empresas externalizadas a las que la Agencia Pública Andaluza de Educación (APAE) adjudican los servicios en sus centros públicos, privatizando este servicio y con salarios precarios, insostenibles para cualquier hogar que dependa de ellos únicamente. Tal vez ahora sí quieras conocer mi historia, sobre todo si perteneces a este colectivo altamente feminizado desde sus comienzos.

Empecé como auxiliar técnico educativo en el curso 2011-2012 en donde he desempeñado todos mis años de servicio en el CEEE Princesa Sofía en la provincia de Almería. Por supuesto siempre con la incertidumbre de que cada fin de curso conllevaba ir al paro, los ingresos se reducían aún más y sin saber si con el nuevo curso tendría trabajo. Encima, siendo el único sustento en mi hogar, ya que mi marido no tenía trabajo ni percibía ningún tipo de ingresos. Mi esperanza y consuelo era el que al ser fija discontinua, si el servicio continuaba, sería llamada por la empresa a la que durante muchos años he pertenecido en plantilla.

Esta trayectoria profesional no ha sido un camino de rosas, ni mucho menos, ya que las exigencias de la Administración pública siempre han trasmitido que se nos trate de forma diferente. Dicho suavemente, haciéndome sentir con valoraciones exhaustivas y hasta placa identificativa (requisito que a ningún otro trabajador del centro se le exigía), que el periodo de prueba nunca finalizaba.

En diciembre de 2018, a causa de una meningitis, fui hospitalizada y hasta la fecha me encuentro en IT consiguiendo salvar la vida. Pues bien, esta situación me ha traído una serie de consecuencias catastróficas para mi situación económica en mi hogar, hasta el punto de no cobrar mi salario, siendo estos los únicos ingresos para afrontar los pagos y, sobre todo, para comer.

Las distintas empresas por las que he ido pasando no me han pagado el salario correspondiente y, cuando lo han hecho, ha sido con un retraso de hasta dos meses. Esto ha supuesto para mí un desgaste emocional y anímico importante (desvelos, preocupación, ansiedad, impotencia, etc.), todo ello desde antes de la situación actual en la que nos encontramos por la crisis sanitaria causada por la pandemia.

Pero todo continúa igual: sigo sin percibir mí salario, la Agencia Pública no paga a las empresas y estas a las trabajadoras/res, estado de alarma, nueva normalidad…

El estado de alarma lo he vivido doblemente en la calle por miedo al contagio y en mi hogar por miedo a no tener que llevarme a la boca, y por ahora no parece que la situación vaya a ser muy diferente en el horizonte inmediato. Y empieza el verano…

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Ana María Madrid

Personal Técnico de Integración Social (PTIS), Almería (Andalucía)