“El cuerpo es también un territorio político”

YERA MORENO SAINZ-EZQUERRA es artista, educadora e investigadora. Doctora en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Colabora con distintas instituciones culturales y museos en el desarrollo de proyectos interdisciplinares en los que combina la utilización de diferentes soportes como la fotografía, el video, la escritura creativa y, especialmente, la performance. Desde el año 2009 colabora con el DEAC del CA2M en el diseño e impartición de talleres y otras actividades educativas.

¿Se puede hacer política del cuerpo en educación? ¿Cómo lo definirías?

Ya se hace, la escuela es un espacio político, atravesada y estructurada sobre determinadas relaciones de poder, sobre ciertas nociones de normalidad (y no normalidad), categorías sociales (género, sexo, sexualidad, capacitismo, clase social, origen étnico, etc.). El cuerpo es también un territorio político, y ésta ha sido una de las aportaciones básicas de los movimientos feministas y queer: entender el cuerpo en su dimensión política. Creo que la pregunta más bien es, qué tipo de políticas del cuerpo queremos hacer en los espacios educativos y cómo pueden contribuir a la transformación social.

Entender la educación como un proceso que no alude solo a la adquisición y aprendizaje de ciertos saberes y contenidos, sino como un proceso político básico en nuestra socialización, aprendemos toda una serie de códigos corporales en cuanto a nuestra manera de comportarnos, relacionarnos con nuestro cuerpo y el de los demás. Como vamos articulando nuestra propia identidad y la de lxs otrxs es con ellxs, con esos otros cuerpos con los que estamos en relación, con quienes aprendemos a nombrar, comprender, querer, respetar, cuidar, entender o no, nuestro propio cuerpo. Nos seguimos moviendo en sistemas educativos en los que aparentemente parece que no hay cuerpos, sino una especie de entes abstractos. Me refiero no sólo a los cuerpos del alumnado, sino también a los del profesorado. En mi caso me interesa pensar en qué tipo de prácticas y discursos podemos poner en juego en los espacios educativos que cuestionen la normalidad de los cuerpos que tan asumida tenemos.

¿Puede ser la escuela el principio de una revolución? ¿Cómo la iniciarías?

Sí, en cuanto que la escuela es un espacio fundamental en la legitimación y reproducción de ciertas normas sobre los cuerpos, las identidades, la ciudadanía, etc. Se trata de un espacio básico en nuestra socialización respecto a todas esas normas sociales, y por ello es también un espacio privilegiado para subvertir y transformar esas normas y, por tanto, para la revolución.

Ya hay mucha gente que en su día a día está haciendo pequeñas revoluciones en los espacios educativos al apostar y poner en marcha unas pedagogías feministas, queer, no racistas, no heterocentradas, ecologistas, que trabajan con las creatividad, con el pensamiento crítico, que cuestionan las nociones de normalidad que operan en la escuela, que visibilizan e intentan desmontar los diferentes privilegios de los que hacen uso ciertos cuerpos y no otros, etc. Es básico ser conscientes de todo lo que ya se está haciendo, y hacerlo visible, crear red, aún cuando sea a nivel micro o a través de prácticas pequeñas y cotidianas porque si no siempre tenemos la idea de que partimos de cero, y eso nos hace un flaco favor. A pesar de encontrarse con mucha resistencia a estas revoluciones y con una estructura institucional que propicia todo lo contrario.

¿Cómo se crea la subjetividad en la escuela?

La subjetividad se articula en relación a otrxs, y la escuela, junto con el núcleo familiar, es uno de los primeros espacios en los que socializamos con otrxs, en ella estamos construyendo nuestra subjetividad y la de esas personas con las que nos relacionamos. Es un espacio privilegiado, para entender y cuestionar qué tipo de normas y relaciones de poder entran en juego en la producción de subjetividad. La interpelación, como eje fundamental, lo que significa que para asumirnos y nombrarnos como yo, para ser sujetos (y ser reconocidos socialmente como tales), necesitamos a otrx que nos nombra y nos interpela como sujetos. Para esta interpelación intervienen toda una serie de normas sociales que tienen que ver con el género, el sexo, la sexualidad, la edad, el capacitismo, la clase social, el origen étnico, entre otras. En ella se nos empieza a nombrar y a reconocer (o no) como sujetos, y en función de dicha interpelación nosotrxs mismxs vamos articulando nuestra subjetividad.

El cuerpo es también un territorio político, y ésta ha sido una de las aportaciones básicas de los movimientos feministas y queer: entender el cuerpo en su dimensión política

¿Educar en la diversidad o educar en la diferencia?

Educar en la diversidad pero asumiendo y haciendo visible que la diferencia es parte constitutiva de nuestro proceso de articulación identitaria. Para construirnos como sujetos necesitamos hacerlo frente a otrx y en diálogo con esa otredad. Esas fronteras entre el yo y lxs otrxs son cambiantes y porosas. La diversidad tiene que ver, con entender esta diferencia que nos constituye. No sólo se trata de que yo soy diferente a otrxs, sino que también lo voy a ir siendo respecto a mí misma a lo largo de mi vida y de todo mi proceso de articulación de la propia identidad, que es múltiple, cambiante, contradictoria. Hablar de diferencia se ha vuelto parte de un lenguaje de lo políticamente correcto, pero que no se rasca más allá de esa corrección. La diferencia fue un concepto político necesario y fundamental para las luchas emancipatorias, por ejemplo, en los movimientos feministas (lesbianos, negros, chicanos, postcoloniales). Y sin embargo ahora es una noción que, en ocasiones y por el uso que se le da, ha quedado muy despolitizada. Se asume una especie de lema del “todxs somos diferentes”, pero no se hace nada por cuestionar y transformar los mecanismos que operan en convertir las diferencias en desigualdades o en movernos con criterios de normalidad que eliminan las diferencias.

¿Cómo se piensa la diferencia en la escuela?

Pues creo que no se piensa mucho, por ejemplo, en los propios espacios escolares, su mobiliario, sus horarios, la forma de aprendizaje y transmisión de los contenidos, no sólo no se piensan conforme a toda una diversidad corporal sino que, por el contrario, se estructuran respecto a criterios de homogeneización que tienen que ver con ese disciplinamiento, regulación y normalización de los cuerpos que deja fuera, muchas diferencias que atraviesan los cuerpos. Esto conlleva, a su vez, el que la diferencia sea vista como un problema a solucionar, mientras que la normalidad sigue sin ser cuestionada.

¿Qué es la normalidad?

Todxs tenemos una vivencia muy clara de cómo funciona en contextos concretos, qué normativas y privilegios está poniendo en juego, qué cuerpos, deseos, formas de relación, de sentir, de expresarse, de moverse, está dejando fuera. Se nos educa para que sepamos y asumamos esa normalidad en los distintos espacios sociales en los que vamos a movernos a lo largo de toda nuestra vida. También para que sepamos que cuando nuestros cuerpos son disidentes respecto a esa normalidad, pueden ser objetos de sanción social. Y es que aunque no lo hayamos hablado, el castigo y la sanción social son elementos clave en ese aprendizaje social sobre la normalidad.

¿Crees que influye en la escuela el binomio sexo/género?

Atraviesa todo espacio e institución social. Para ser sujetos, reconocidos socialmente, y ésta ha sido una de las aportaciones fundamentales de teóricas feministas como Judith Butler, nuestros cuerpos deben cumplir y adaptarse a ciertas normas en relación a dicho binomio, lo que conlleva ser categorizados en una de las opciones que se nos dan como disponibles y socialmente reconocibles. La escuela, no sólo está influida por este binomio, sino que lo reproduce y legitima su estructura, prácticas que se ponen en marcha, contenidos y, en definitiva, en la visión del mundo con la que somos educadxs.

¿Cómo se podría hacer para que la educación tuviese un papel transformador?

Poniendo en marcha pedagogías emancipatorias que cuestionen esos criterios de normalidad que generan desigualdades sociales, educando en el pensamiento crítico, la diversidad, trabajando desde los feminismos, pero también cuestionando nuestro propio papel como docentes en un sistema que se estructura en torno a criterios como el de la autoridad o la transmisión jerarquizada del saber, generando otros espacios físicos que impliquen a los cuerpos de maneras diversas.

Es fundamental el trabajo con el profesorado en cuanto a su sensibilización, formación respecto a ciertas temáticas, una revisión crítica individual y analizar cuáles son mis privilegios en función de quien soy

¿Crees que la escuela es un entorno seguro para el alumnado? ¿Y para el profesorado?

Aunque debería serlo, vemos como es un espacio no seguro para todos aquellos cuerpos disidentes respecto a ciertas normas sociales. Sólo puede ser un entorno seguro si quienes la integran y construyen hacen que lo sea. Y aquí, aunque el profesorado también está muy expuesto en ocasiones,  por la posición que ocupa en la estructura de poder, tienen una mayor responsabilidad a la hora de articular espacios seguros.

¿Cómo deberían los docentes posicionarse ante los temas de violencia, discriminación o acoso?

Es más fácil posicionarse en contra de ciertas violencias, discriminación o acoso a nivel del lenguaje, el rechazo en lo discursivo (lo cual evidentemente es necesario y fundamental), pero, sin embargo, siguen sin evaluarse de manera crítica nuestras prácticas y cómo éstas pueden estar contribuyendo a esa situación de violencia o, cuanto menos, a invisibilizarla y naturalizarla en el aula. No sólo se trata de tener una responsabilidad en el posicionamiento contra todo tipo de violencia, de que en mis prácticas y en el proceso de aprendizaje, se favorezca y fomente que esas situaciones no se produzcan y sepan hacerlas visibles y evitar que sigan reproduciéndose. Es fundamental el trabajo con el profesorado en cuanto a su sensibilización, formación respecto a ciertas temáticas, una revisión crítica individual y analizar cuáles son mis privilegios en función de quien soy.

¿Cómo evitar la homofobia, la transfobia o el machismo en entornos escolares?

De entrada cuestionando la heteronormatividad que funciona continuamente en el aula a través de múltiples dispositivos, cómo se organizan los espacios educativos, se transmiten los contenidos, qué cosas se nombran en clase y cuáles no, qué sexualidades, deseos y relaciones están dándose por supuesto y siendo normalizadas y cuáles están siendo negadas e invisibilizadas. También pasa porque hablemos, como docentes y desde nuestro privilegio respecto al alumnado, de nuestra propia posición y vivencia, que cuestionemos esa heternormatividad que se nos da por supuesta también como docentes.

¿Es necesario hablar de sexualidad en infantil y primaria?

La sexualidad nos atraviesa y construye nuestros cuerpos desde que nacemos (e incluso bastante antes). Somos tratadxs y socializadxs como niñas o niños desde que estamos en el mundo, y a este binomio sexo/genérico se le asume, además, una sexualidad heterocentrada. No hablar de sexualidad en infantil y primaria no implica que ésta no exista, este silencio lo que fomenta y reproduce es un tipo de sexualidad normativa que es la que está operando en el aula y en la que somos educadxs, aún cuando no se hable de ella.

¿Cómo vincularías el trabajo con el cuerpo?

El trabajo que me interesa poner en marcha es aquel que pueda llevarnos a pensar y vivir el cuerpo de otras formas que sean críticas con esos modelos hegemónicos, todo lo que un cuerpo puede ser y lo que nos gustaría que fuese, desde una perspectiva transformadora, feminista y queer.

¿Puedes contarnos brevemente cómo es el proyecto que llevas a cabo en centros educativos? ¿Cómo pueden contactar contigo?

Gran parte los realizo colectivamente como posicionamiento político en cuanto al cuestionamiento de lo individual y la necesidad de trabajar con otrxs en procesos colectivos. Muchos de estos proyectos los llevo a cabo con Eva Garrido, con quien formo colectivo artístico, Colektivof. Se sitúan en el cuestionamiento de los espacios educativos: cómo son arquitectónicamente, el mobiliario en el que nuestros cuerpos pasan horas y horas como alumnado, qué disciplinas corporales se están reproduciendo ahí y en cómo transformar todo esto desde nuestro trabajo como artistas.

Además, colaboramos con el Centro de Arte 2 de Mayo a través de talleres y proyectos educativos en los que priorizamos el trabajo con el cuerpo en el aula desde una perspectiva feminista y queer.

Etiquetas:

Escribir comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Autoría