Ocho personas tienen la misma riqueza que 3.600 millones

QUÉ MAL REPARTIDO ESTÁ EL MUNDO. Sí, es la cruda realidad. El dato es obsceno: las ocho personas más ricas del mundo tienen el mismo dinero que los 3.600 millones de personas más pobres. Oxfam lo denuncia en su informe «Una economía para el 99%», que sostiene que una de cada diez personas sobrevive con menos de dos euros al día. Esta fotografía evidencia que la gran mayoría de ciudadanos y especialmente los sectores más pobres, se están quedando al margen de la reactivación de la economía.

El Foro Económico Mundial dio la voz de alarma hace cuatro años. Señaló entonces que el incremento de la desigualdad económica suponía una amenaza para la estabilidad social. El Banco Mundial tomó nota de esta denuncia y combinó su objetivo de acabar con la pobreza extrema con “la necesidad de promover una prosperidad compartida”. En estos últimos cuatro años también hemos escuchado a diferentes líderes mundiales comprometerse a reducir la desigualdad. Entre tantas promesas, el resultado es que la brecha entre ricos y resto de la población se ha ampliado.

“Necesitamos gobiernos que apuesten por una visión de futuro y respondan ante su ciudadanía primero, grandes empresas que antepongan los intereses de trabajadores y productores, un crecimiento dentro de los límites del planeta, el respeto de los derechos de las mujeres, y que el sistema fiscal sea justo y progresivo. Es posible avanzar hacia una economía más humana”, asegura Oxfam.

Las ocho personas a las que se refiere el informe son: Bill Gates, de Microsoft; Amancio Ortega, de Inditex; Warren Buffett, mayor accionista de Berkshire Hathaway; Carlos Slim, propietario del Grupo Carso; Jeff Bezos, de Amazon; Mark Zuckerberg, de Facebook; Larry Ellison, de Oracle; y Michael Bloomberg, de la agencia de información económica y financiera Bloomberg.

El ritmo al que este G-8 acumula cada vez más riqueza podría dar lugar al primer «billonario» del mundo en tan sólo 25 años, según la ONG. Con esa concentración de riqueza, esta persona necesitaría derrochar un millón de dólares al día durante 2.738 años para gastar toda su fortuna, sostiene Oxfam.

La realidad paralela, la auténtica, es que en los últimos 25 años, el 1% más rico de la población ha percibido más ingresos que el 50% más pobre de la población mundial, según revelan las investigaciones de la ONG. Lejos de transmitirse espontáneamente hacia abajo (en la llamada “economía de goteo o de derrame”), los ingresos y la riqueza se vuelcan hacia las capas más altas de la sociedad, y lo hacen a un ritmo alarmante.

 Hay datos que provocan rabia y desolación. Uno de ellos es que si el crecimiento económico entre 1990 y 2010 hubiese beneficiado a los más vulnerables, hoy habría 700 millones de personas menos, en su mayoría mujeres, en situación de pobreza. Los estudios revelan que los recursos existentes permitirían eliminar tres cuartas partes de la pobreza extrema si se incrementase la recaudación fiscal y se recortase el gasto militar y otros gastos igualmente regresivos.

Siete de cada diez personas viven en un país en el que la desigualdad ha aumentado en los últimos 30 años, según el informe. Los ingresos del 10% más pobre de la población mundial aumentaron entre 1988 y 2011 una media de solo 3 dólares al año, mientras que los del 1% más rico crecieron 182 veces más, a un ritmo de 11.800 dólares al año.

Las mujeres sufren mayores niveles de discriminación en el ámbito laboral y asumen la mayor parte del trabajo de cuidados no remunerado. Al ritmo actual, costará 170 años alcanzar la igualdad salarial entre hombres y mujeres, según la ONG.

El Banco Mundial lo ha dejado claro: o se redoblan los esfuerzos para hacer frente a la desigualdad, o los líderes mundiales no cumplirán su objetivo de acabar con la pobreza extrema en 2030.

 

¿Cómo revertir esta situación?

Oxfam propone una economía humana que dé lugar a sociedades mejores y más justas; un modelo económico cuyo principal propósito sea estar al servicio del 99% de la población no de los intereses del 1% más rico. De esta forma, “se garantizarían empleos estables en los que se pagarían salarios dignos. Nadie viviría con miedo a caer enfermo por no poder asumir el coste. Todos los niños y niñas tendrían la oportunidad de desarrollar su potencial”, concluye. Para ello es imprescindible que los gobiernos trabajen para el 99% de la población; que no solo compitan entre sí, sino que cooperen los unos con los otros; que las empresas operen en beneficio de la población; que la economía humana funcione con energías renovables y valore y cuantifique lo que es importante.

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