Política y profesora: esta es mi historia

SIEMPRE HE TENIDO GRANDES PROBLEMAS CON LA AUTORIDAD. Desde que tengo recuerdos he cuestionado las imposiciones sociales, las normas no escritas, las constricciones de los roles de género aun sin saber qué eran y por qué me oprimían. Todo ello me acarreó grandes problemas durante toda mi infancia, que fui solucionando como sabía o podía.

Físicamente, era un niño, sin lugar a dudas para cualquiera que me viese. Los problemas comenzaban cuando se rompía la ilusión. Yo era una niña y así lo hacía saber, nunca quise ser un niño, de la misma manera que siempre supe que quería tener un hijo pero no tener marido, lo que no sabía era cómo lo iba a conseguir.

Mis primeros pasos para estar en “primera línea” de la política local de Aranjuez llegan porque nadie más quería hacerse cargo de una organización que acababa de perder la representación institucional en las elecciones municipales de 2007. Me proponen ser coordinadora y acepto. Cuatro años después, y con un año anterior lleno de presiones por parte de un lobby corrupto de hombres dispuestos a quitarme del medio justo cuando las listas para el Ayuntamiento se estaban configurando, llego como concejal electa al Ayuntamiento de Aranjuez.

Después de 2011, la corporación queda formada por un equipo de gobierno de 14 concejales del PP frente a 11 de distintos partidos, entre ellos está IU y yo sola como representante del grupo, y por tanto su portavoz. El PP decide que solamente va a liberar a la concejal del PSOE, por lo que me veo obligada a seguir trabajando en mi instituto como profesora de Secundaria y de concejal única de mi grupo en el Ayuntamiento.

Fue muy difícil compaginar ser concejal, las clases en el instituto y mi vida privada. Además, en una corporación absolutamente masculinizada por la forma de entender el liderazgo, la alcaldesa se movía como pez en el agua utilizando todo su poder y fuerza de manera vertical. Las jornadas de plenos eran interminables, se celebraban reuniones a horas intempestivas, existía una falta total de empatía con el resto de las portavoces de los otros tres grupos municipales y nuestras situaciones personales y laborales.

En 2015 vuelvo a ser candidata a la alcaldía del Ayuntamiento de Aranjuez, pero esta vez habiendo pasado por unas elecciones internas dentro de IU para ser la candidata, y otras elecciones dentro de la candidatura de Aranjuez Ahora ya, en la que nos presentamos como candidatura de unidad popular. Yo tenía claro que si seguía en política sería dentro de una candidatura de estas características y superando a IU Comunidad de Madrid (IUCM) en su forma de entender la situación política del momento. Mi posicionamiento hace que me expulsen de IUCM, pero Aranjuez Ahora consigue 4 concejales en 2015 e IUCM se queda sin representación.

Se podría decir que no he tenido la aspiración de estar en primera línea de la política, pero también es cierto que cuando he asumido la responsabilidad he disfrutado mucho siendo concejal y sobre todo con el trato cercano con los vecinos y vecinas del municipio, con quienes he compartido espacios de discusión y lucha en defensa de los servicios públicos o el derecho a la vivienda, por ejemplo.

Durante todo el proceso electoral de 2015 estaba embaraza de mi hijo Jan, que nació un mes y medio antes de las elecciones. Afrontar una campaña electoral, con una fase previa de infinitas asambleas y múltiples reuniones, no es fácil para nadie, y menos para una mujer, pero si además atraviesas un proceso de fecundación in vitro primero, embarazo de alto riesgo después y crianza de un recién nacido, la realidad es que soportas un absoluto estrés y desgaste físico.

Mi condición de política lesbiana que vivo con plena libertad tanto mi sexualidad como la formación de mi familia no normativa ha podido poner el foco en una realidad que no está lo suficientemente representada en la esfera pública. La forma en la que se concibe la manera de hacer política en nuestra sociedad es la opuesta a una idea feminista de cómo poder hacerlo.

Desplazar a mujeres y personas no normativas

Los horarios, y las estructuras de las instituciones están hechas para desplazar a las mujeres y personas no normativas fuera de ellas. Durante los cinco años en los que fui concejal sufrí un aborto, varios intentos fallidos para volver a quedarnos embarazas y finalmente un embarazo muy difícil que me hacía tener hemorragias desde casi las dos primeras semanas de gestación. Cinco meses más tarde de salir reelegida concejal por segunda vez en mayo de 2015, me diagnosticaron una enfermedad tiroidea relacionada estrechamente con el estrés continuado y decidí dejar la política activa. En 2016, las casualidades de la vida me llevarían a vivir mi tercera campaña electoral en menos de un año como candidata por Madrid al Senado por Unidos Podemos.

Si queremos que las mujeres y personas no normativas estén en las instituciones, nos tenemos que replantear absolutamente todo el modelo y entender que las instituciones deben ser modificables, porosas y se tienen que adaptar a las circunstancias vitales de las personas y no al revés. Si no es así, seguirán llenas de personas tremendamente masculinizadas, que entienden la política como espacios de poder con relaciones verticales en donde quien más poder (mal entendido) tiene lo puede usar con toda su fuerza para conseguir sus propósitos.

Compaginar la vida política con la enseñanza me hizo poder comparar cómo en la esfera política se suele entender el poder que se tiene como fuerza que puedes ejercer, y no como la capacidad de influencia que tienes por la autoridad que representas o debes representar, justo lo contrario de lo que es ser docente. Siempre he pensado que lo mejor de tener poder es no usarlo. Por ejemplo, cuando estás en una clase, como profesora tienes un poder que puedes utilizar y tienes una autoridad con la que puedes influenciar a las demás.

Para terminar me gustaría reflexionar volviendo otra vez al principio de este texto, ¿podría yo en la actualidad llegar a ser política y profesora saliendo de un barrio como Villaverde Alto? ¿Sería más fácil ahora mi vida como una niña “marimacho” en mi mismo barrio, o seguiría sufriendo insultos y vejaciones constantes? ¿Podría llegar a estudiar una carrera con el sueldo que tendrían ahora mis padres? La respuesta es no. Las oportunidades que teníamos en los años ochenta como familia de clase trabajadora del extrarradio de Madrid no son las mismas que ahora.

Las tasas universitarias, la falta de empleo juvenil, los constantes ataques a la educación pública, la brecha salarial entre clases sociales hacen casi imposible que las clases trabajadoras, las personas migrantes, las personas con diversidad funcional lleguemos a lugares de influencia.

Pero hay que seguir intentándolo, debemos seguir luchando para que la situación actual cambie. Será fundamental mantener políticas municipales que están dando grandes resultados en ciudades como Madrid y Barcelona, donde, además, los modelos de liderazgo no son en absoluto hegemónicos y son muy positivos.

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Eva Abril

Profesora de Secundaria y activista feminista LGTBIQ