Las consecuencias de convivir con obras inacabadas durante el curso escolar

RECIENTEMENTE, LA FEDERACIÓN DE ENSEÑANZA de CCOO de Madrid criticaba la situación que podrían enfrentar unos 15.000 estudiantes en el arranque de curso en la Comunidad, al encontrarse con obras inacabadas en sus centros escolares o, como lo han llamado, “una construcción por fases”. Los motivos: proyectos no adjudicados de reparación o solución de problemas de diversa índole, desde cubiertas y eliminación del amianto, hasta la construcción total o parcial de los edificios, aulario o instalaciones deportivas, entre otros, que permitan el normal funcionamiento de los centros.

Además del problema de inversión e instalaciones que viven hasta 65 centros educativos en la Comunidad de Madrid –y muchos otros en diversos puntos de la península y las islas–, las consecuencias de esta situación van más allá todavía. Por un lado, las dificultades de organización de los centros y de las actividades contempladas en la programación que se hace cada año para todo el curso escolar. Más cuando la falta de espacios implica poner limitaciones para el adecuado desarrollo de las actividades diarias de niñas, niños y jóvenes.

Es el caso de un colegio de Valdebebas, donde tres aulas de Educación Infantil se han habilitado temporalmente en la zona del comedor, mientras que se utiliza el espacio de la secretaría del centro para impartir clases de Primaria, según informaba la prensa madrileña la semana pasada. Y no es el único centro que padece situaciones de este tipo.

Por otro lado, según CCOO, las y los docentes no pueden realizar tampoco su trabajo de forma óptima, ya que no cuentan, en algunos casos, con “salas de profesores, aulas de apoyo y refuerzo, lugares específicos para atención a la diversidad, salas suficientes para desdobles y espacios para tareas administrativas o para atención a las familias”. A la vez, CCOO denuncia la precaria situación de las asociaciones de madres y padres, ya que en muchos centros no tienen espacios destinados al ejercicio de sus actividades organizadas.

En tanto, el ejercicio de la profesión docente en espacios irregulares, inadecuados y, muchas veces, en condiciones lamentables, genera mayor estrés en el profesorado, ya añadido al que tienen a diario. Así, al potencial daño físico (sobreesfuerzo en la voz, caídas, etc.) se suma un nuevo problema psicológico.

Ya en mayo de este año, mucho antes de conocer la situación actual de cara al nuevo curso, CCOO criticaba el hecho de que “la limitación de espacios favorece la aparición de riesgos que ponen en peligro la seguridad y salud de la comunidad educativa”, ya sea por cuestiones de masificación, por la reutilización de espacios inadecuados para las actividades escolares por falta de espacio para atender a todo el alumnado, o por cuestiones de prevención de riesgos laborales: polvo, ruido, cables eléctricos expuestos, etc.

No obstante, la situación ha vuelto a repetirse un año más y los primeros días (semanas o meses en algunos casos) del nuevo curso pondrán a prueba la creatividad de los centros para tratar de cubrir las necesidades de su alumnado y de sus docentes, pero también la seguridad de las y los estudiantes, del profesorado y del personal administrativo.

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