Ciencia cordial. Un desafío educativo

CORDIALIDAD Y CIENCIAS pueden sonar como conceptos contrapuestos para muchas personas segresadas del sistema educativo en las últimas tres o cuatro décadas. Por supuesto que la experiencia personal de cada una de ellas será diferente, pero todas, casi sin excepción, podrán narrar las desventuras que vivieron en las aulas con alguna de las materias científicas durante su proceso de escolarización obligatoria –e incluso, en la postobligatoria–.

Mariano Martín Gordillo e Isabel P. Martins (Coords.)

Editorial Catarata, Madrid, 2018

 

¿De qué va ese binomio que mencionábamos arriba? Precisamente de un importante desafío educativo que aborda Ciencia cordial, la obra coordinada por Mariano Martín Gordillo e Isabel P. Martins, quienes han reunido a académicos y académicas de las Universidades de Aveiro (Portugal) y Oviedo (España) para reflexionar sobre la forma en que se plantea, se diseña y se ejecuta la enseñanza de las ciencias, sobre todo en unos currículos donde cada vez más se priman las matemáticas.

Los distintos artículos permiten comprobar no solo cómo han cambiado su presencia y peso en los currículos en los últimos 30 años, sino también arrojar luz sobre una problemática común: la separación que se puede producir entre la forma de aprender y enseñar los contenidos científicos: el deseable, que aspira a la formación de una cultura científica, a una motivación por el pensamiento de nuestro entorno no solo en lo técnico, sino en la forma en que afecta e interacciona con la población humana, el medio ambiente y el entorno inmediato. Y, por otro lado, aquel que quita esa dimensión proactiva y tiende más bien a la transmisión de conocimientos que, no en pocas ocasiones, puede generar un sentimiento de desapego o directamente de rechazo hacia unas materias “poco cordiales” que poco tienen que ver con las personas y con sus realidades. El desafío planteado no es, por supuesto, menor.

Tal como afirman los coordinadores de esta obra en su presentación, que también analiza algunas experiencias en ambos países, “la habilidad para resolver problemas matemáticos es, sin duda, importante. Pero suponer que, tanto en la formación general de todos los ciudadanos como en la de los especialistas de todas las ciencias, esa habilidad es más relevante que la curiosidad, la creatividad y las capacidades heurísticas emparentadas con la actividad artística es seguramente un prejuicio que genera algunos efectos secundarios no deseables”.

Y es que, ante los desafíos del futuro que presentan los avances científicos y la construcción de una sociedad expuesta a cambios cada vez más rápidos y de gran alcance, resulta evidente pensar que la respuesta debería estar precisamente en el fomento de una cultura científica incluyente y, siguiendo el planteamiento de esta obra, cordial y entrañable.

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