De feminismos y teletrabajo

EL TELETRABAJO EN CONFINAMIENTO Y LAS TAREAS DOMÉSTICAS GESTIONADAS EN UN MISMO ESPACIO las veinticuatro horas del día sin asumir corresponsabilidades acarrea consecuencias desastrosas en la salud. Nos interesa destacar, en este especial escenario, el estrés, la repercusión emocional en las mujeres y la resiliencia como respuesta a la sobrecarga de responsabilidades.

En este contexto, las mujeres en general han experimentado una carga mayor de trabajo, ya que se multiplica el esfuerzo para afrontar la situación de crisis sanitaria al sumar sus obligaciones profesionales a las familiares en el caso de tener hijos menores en el hogar o personas dependientes a su cuidado. La atención a hijas e hijos junto al seguimiento educativo de ellos por vía telemática, la invención y acompañamiento en actividades de ocio infantil y el desempeño de sus tareas profesionales genera agotamiento y propicia riesgo de conflictos acrecentado en el caso de familias monoparentales. Las mujeres realizan funciones no remuneradas, esenciales e inaplazables como la de madres y cuidadoras junto al trabajo doméstico.

Desde el pragmatismo se contemplan realidades muy diferentes y las relaciones de poder patriarcal más arraigadas se han manifestado con virulencia. Temido vocablo, este último, que protagoniza hoy nuestras vidas en esta cruel distopía: ¿qué lugar ocupan las mujeres hoy, en tiempos de crisis de salud y de inseguridad social? Tras siglos de menosprecio, desprestigio y empeño en invisibilizar y aniquilar los derechos de las mujeres, y, por ende, de luchas feministas, emerge la verdadera situación de la mitad de la población humana que se quiere relegar al silencio.

En el siglo XVIII, Olympe de Gouges (1748-1793) se rebeló contra la opresión femenina, reclama la igualdad de sexos y publicó en 1791 su Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana que provocó una auténtica revolución por sus ideas de reforma y por ser la primera teórica del feminismo. Retomó la Declaración universal de los derechos del hombre (1789) y afirmó: “La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos”. Su manifiesto finalizaba con esta exhortación final: “Femme, réveille-toi!”.

¿Por qué todavía, en el siglo XXI, seguimos reivindicando la igualdad de los derechos de la mujer y de la ciudadana? La evidencia es incuestionable: se impone la necesidad de incluir en las instrucciones oficiales, protocolos, cursos, guías Covid-19…, esta apostilla: “con perspectiva de género” puesto que, si no aparece, se legisla ignorando a las mujeres. Han transcurrido más de dos siglos y repetimos la exhortación de Olympe de Gouges: “Mujer, ¡despierta!”, acreditando la sorprendente actualidad de su mensaje. Debería ser suficiente la legislación para respetar los derechos de igualdad –las leyes son para todas y todos–; sin embargo, es indispensable exigir los derechos de las mujeres añadiendo anexos a las numerosas leyes promulgadas que indiquen “con perspectiva de género”. Ya existe en la Constitución Española, el artículo 14 recoge el principio de igualdad y no discriminación. Pero no es suficiente. Existen instituciones, ministerios, institutos de la mujer, asociaciones, cátedras, másteres, congresos monográficos, literatura de mujeres, múltiples investigaciones y estadísticas destinadas a la eliminación de las diferencias, la desigualdad y la violencia de género. Crecen en todo el mundo nuevas olas de feministas y manifestaciones como la era post-Weinstein o el movimiento #MeeToo, todo ello es motivo de análisis para Barbara Polla, mujer política, que en mayo de 2019 publicó en París: Le Nouveau Féminisme. Combats et rêves de l’ère post-Weinstein.

Rememorar luchas históricas y derechos de las mujeres no parece tan baladí si analizamos progreso y contradicciones, sospechosas ante la “igualdad de género”. El concepto de “micromachismo” revela estas relaciones latentes que permanecen como virus endémicos activos y en expansión. El psicólogo Luis Bonino define el término como “todo comportamiento masculino, intencionado o no, que implique desvalorización, discriminación o desprecio hacia las mujeres, un ejercicio de la violencia que tiene como objetivo mantener el poder de dominio de los hombres sobre las mujeres, es decir, el mantenimiento del patriarcado”. La relación de estos micromachismos conlleva riesgos ante el teletrabajo.

En el confinamiento, la convivencia es complicada, pero en situaciones de maltrato, las mujeres están expuestas a riesgos mayores. Los servicios de ayuda social para atención a mujeres, a través de teléfonos de asistencia, muestran que las llamadas se han disparado, la situación es grave. Las víctimas de violencia de género están aisladas con su maltratador, sin poder estar a solas para pedir ayuda del exterior, y si lo consiguen y son descubiertas la situación empeora mucho más, no tienen recursos económicos ni personales para salir de su drama sin ayuda.

El reto consiste en introducir la perspectiva de género, hacer efectiva la igualdad. Flexibilización y desconexión digital son imprescindibles para una salud física, mental y emocional (informe, actualizado en mayo de 2020, Secretaría de Salud Laboral y Secretaría de las Mujeres de FSC-CCOO).

Últimos comentarios

  • Santiago

    En el comentario de Isabel, dice : “que este artículo detalla de la realidad de las Docente en esta época “…, lo dices de verdad? Debemos estar en diferentes Universidades

  • Isabel

    Un artículo muy completo que detalla la realidad de las docentes en esta época de pandemia y que defiende los derechos de la mujer.

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